martes, 15 de enero de 2008

JOSÉ WATANABE Y LA LITERATURA INFANTIL

Graciela Zárate León

José Watanabe, poeta de fino trabajo literario nos ha dejado un valioso legado cultural que enriquece al Perú y al mundo con su obra extraordinaria, expresada en su lírica aguda y delicada, en sus interesantes antologías, en los guiones de cine que escribió para obras peruanas, en sus adaptaciones de obras de teatro universal y como escritor de cuentos para niños.

Centramos nuestra atención en José Watanabe, como escritor de cuentos para niños, ya que lo consideramos, un hacedor de historias tiernas y delicadas, un recreador del espíritu de la infancia abierto al mundo, un buscador de esencias de la Vida que conducen el desarrollo interior de la niñez hacia la experiencia del goce de la palabra y del placer de leer como vehículos que animan el mundo y que permiten ubicarnos con éxito dentro y fuera de él.

Un diálogo-entrevista con Teresa Watanabe, su hermana y confidente, nos permite atisbar la vida familiar de un José niño y las riquezas que en el tiempo de la infancia se atesoran en el alma infantil, como un joyero que ofrecerá de vez en vez una joya invalorable y bella. Estos son sus cuentos infantiles, cada uno de los cuales constituye también un trabajo fino y muy bien elaborado en su forma, amén del contenido novedoso, adecuado y ameno.

La vida de niño de José Watanabe transcurre en Laredo, en el calor de una familia compuesta por nueve hermanos (dos fallecieron muy pequeños), una madre de origen serrano, proveniente de Otuzco (La Libertad), y un padre pintor, inmigrante japonés, ambos, vertientes paternales que van a cuajar en su alma de artista una vena polifacética de de gran originalidad.

EL LÁPIZ ROJO ¿UN CUENTO PARA LOS MÁS PEQUEÑOS?

Este libro está elaborado en nueve hojas y dieciocho páginas. Suficiente grosor de las hojas del libro para sentir un calor de ternura en medio de figuras y colores que entusiasman y atrapan el alma de los pequeños lectores.

Una sucesión de dibujos nos presentan los diferentes espacios y ambientes del hogar dentro de los cuales se moviliza una niña que ya conoce los lápices y sabe que sirven para pintar y escribir. La pequeña está en su dormitorio sentada en una silla de color celeste, sobre la mesa blanca con bordes y patas rojas, se destaca una página que tiene delineada una flor en blanco y negro, una caja con plumones y una cartuchera con lápices de colores. En esta cartuchera falta uno: el lápiz rojo.

¿Dónde está?, se pregunta la niña y empieza a buscarlo. Lanza las cosas al piso por aquí y por allá. En la habitación reina el desorden, los juguetes están esparcidos por el suelo y sobre la cama. El lápiz de color rojo está en el pensamiento de la niña, lo busca porque quiere pintar los pétalos de la flor de este color. Pero no lo encuentra.

La pequeña, sentada sobre el piso, observa todos los juguetes que están desparramados bajo la mesa y por el suelo. Busca el lápiz rojo. Su gesto expresa contrariedad porque no lo localiza.

Luego, la niña, sentada en el piso, con una caja llena de juguetes empieza a sacarlos de uno en uno, buscando el lápiz rojo; quiere llegar hasta el fondo de la caja para ver si está allí. Con la vehemencia que tienen las acciones de los niños, ella saca un juguete y lo arroja al piso, y sigue con los carros, robots, aviones, etc., que los lanza de cualquier modo en su afán de encontrar el lápiz rojo. Tiene un mohín de fastidio

Una serie de acciones siguientes introducen nuevos personajes y avisos misteriosos escritos con el color rojo alusivos al tema central: el orden. La conducen a tomar conciencia de la importancia del orden en su vida de niña. Los padres, con mucha sutileza y responsabilidad, guían la conducta de la pequeña para que ella haga sus propias reflexiones y asociaciones sobre su comportamiento respecto al orden.

COMENTARIO:

El Lápiz Rojo es un cuento para niños, muy bien elaborado, está pensado para el público infantil al que está destinado.

Esta edad infantil corresponde al tiempo en que los niños adquieren muchos conocimientos, aprenden muchas cosas y captan y practican valores como los buenos modales, el orden, el trato respetuoso a las personas. En este cuento se perfila como tema central el desorden-orden, trabajado con gran sutileza poética y con toda la agudeza artística de un escritor como José Watanabe.

Watanabe, el poeta de la mirada profunda en las experiencias familiares, entre líneas –como hay que leerlo siempre – parece plantear a los padres y docentes que valiéndose de los cuentos han de enseñar a los niños a “entrar” en ellos y conocer todos sus ambientes, tanto de la realidad como de la fantasía. Han de enseñar que la infancia es la edad de los amigos y cómo encontrarlos; hay que enseñarles a compartir lo que van sintiendo y a vivir en esta maravillosa aventura que da el crecer con los cuentos y relatos de la infancia.El Lápiz Rojo es un cuento muy rico en su sobriedad de palabras, que es una característica general del autor. Otra de ellas, está centrada en conseguir la belleza de las ilustraciones. Conocemos que José Watanabe cuidaba todos los detalles de sus cuentos, que él los escribía, los dibujaba, los pintaba, con gran dedicación, mucha alegría y mucho cariño. Piero Quijano, el ilustrador de este cuento, debe haber sido un acompañante muy cercano al autor, para captar todos los ángulos artísticos que el autor manejaba con total acierto, en cada una de sus obras.Muchas recomendaciones y consejos se pueden dar a los padres y docentes para el mejor uso de los libros de cuentos con sus hijos o niños pero lo fundamental es que estén convencidos de lo que significan en la formación y educación de los niños y las niñas, y de cómo ellos son agentes eficaces para poner en acción las potencialidades que estimulan sus inteligencias. Esto lo sabía José Watanabe. Su trabajo en educación, en UNICEF, en el Programa La Casa de Cartón y su autodidactismo, así como su experiencia de padre y tío y de niños alrededor de él, han sido en todo momento, sus aliados en esta noble tarea de escribir para infantes.

Su reciente desaparición, sentida profundamente, ocurrió en el momento que empezaba a realizar su gran proyecto de creación literaria para los niños.
Se han publicado algunos de sus cuentos y quedan otros por editar. La literatura Infantil no ha perdido un autor, se ha enriquecido grandemente con él y ha abierto caminos nuevos para todos aquellos que creemos que el arte con calidad es un derecho de todo niño.


Síntesis de la ponencia que se presentará en el XXVI Encuentro Nacional de Literatura Infantil y Juvenil “Ciro Alegría”, presentada por Graciela Zárate León, profesora y escritora pacasmayina.

































JOSÉ WATANABE Y LA LITERATURA INFANTIL


DIÁLOGO-ENTREVISTA CON TERESA WATANABE, REALIZADA POR GRACIELA ZÁRATE LEÓN EL DÍA MARTES 11 DE SETIEMBRE DE 2007-

Chela: ¿Cómo es José niño en el ambiente familiar, cómo es en su relación con papá, con mamá, con los hermanos, con los amigos de colegio y de vecindad?
¿Dónde está y cómo es esa relación de familia? ¿Será más tarde un punto esencial en el poeta y escritor de cuentos para niños? ¿Se perfila el ambiente familiar en esta rama de la literatura infantil que José parece dejarla para sus años adultos?

Teresa: Para él la familia, el entorno familiar, tanto como el entorno de Laredo, donde hemos pasado nuestra infancia, marcaron mucho su vida. En el seno familiar, José siempre fue el hijo especial. Mi padre era pintor y parece que él con ese sentido, esa intuición de pintor, percibió que José era el que tenía la vena artística y en ese sentido, mi padre puso mayor atención en él.

Nuestro padre mucho compartía “ sus locuras” con nosotros. Mamá nos decía eso: “las locuras de su padre” y todos las compartíamos con entusiasmo, por ejemplo, él llegaba una tarde de su trabajo, y así, entre el claro y oscuro de la hora, entraba en la casa y nos decía –¡Vamos, vamos todos! ¡Miren el cielo, miren ese celaje, ¡Vamos! Entonces, nosotros salíamos detrás de él, nos mostraba el cielo, nos explicaba y hacía ver los colores y nos poníamos a jugar con todo ese paisaje. Pero con José tenía una especial dedicación. Él fue siempre un niño mas sensible, generaba sus miedos. Nos decía, por ejemplo, “ ¿Ven los pollitos? Están detrás del batán. Si van más allá del batán, van a desaparecer. Él , en todo, veía mucho más allá de lo que nosotros veíamos.

José, desde pequeño, generaba sus propias historias; talvez el mundo de fantasía que se vivía en los pueblos del interior, como el Laredo de aquel entonces, propiciaba estas extensiones y polarizaciones de hechos y de relatos. Mi padre las alimentaba con esa especial dedicación. Papá nos leía a todos, o hacía que nosotros leyéramos. Generalmente, yo leía porque según él lo hacía con más claridad. Nos daba pautas y nos enseñaba cómo leer con la debida entonación. Yo era prácticamente, la lectora pero José era el que comentaba, el que “volaba” muchas veces más allá de lo que se decía en el texto. Así eran estas actividades familiares compartidas con nuestro padres.

CH: ¿Cómo era la vida familiar los días sábados y domingos?

Teresa: Sí, en Laredo la vida era bastante familiar, no solo compartíamos con la familia sino también con los vecinos. En las actividades de los días festivos la vida era compartir con todos, con el vecindario, con adultos y niños; nos concentrábamos en la plaza del pueblo y todo era un recreo de personas, colores y alegría y comentario de las actividades que se ofrecían. José siempre fue considerado en la casa, por papá, mamá y hermanos mayores, como un niño más sensible ante todo, más delicado en su apreciaciones y más agudo en sus observaciones.

CH: ¿Era José niño un pequeño que soñaba, que todos los días contaba sus sueños, que tenía temores causados por ellos?
Teresa: Sí, tenía temores, vivía lleno de temores y de historias; parte de ellas, me imagino, las inventaba; los niños en general tenemos eso, pero él los vivía con mayor intensidad. A veces, los hermanos ya no le hacíamos caso, pero él siempre estaba diciendo: ¿No han visto tal cosa? Yo sí he visto y esto…

CH:¿Y en su relación con la mamá, en lo que se refiere a narración, a contar cosas que se cuentan a los niños, historias de familia, de costumbres, de folklore, leyendas, cuentos?

Teresa: En la cocina, al terminar de cenar nos poníamos a conversar; mamá mientras iba arreglando las cosas nos iba contando algunas historias, a veces tenían un componente medio tenebroso, sentíamos mucho miedo. Recuerdo que empezábamos a subir los pies sobre la silla...y estábamos calladitos.

CH: ¿Duendes?

Teresa: Sí, había de todo en estos estos espacios del relato: duendes, cabezas que salían a volar, cabezas voladoras que tenían diferentes motivos para hacerlo, había cabezas que salian a tomar agua, miles y miles de historias. En ese tiempo no había luz eléctrica, se usaba petromax o lámparas de kerosene y todo esto daba a las casas un ambiente misterioso y las sombras aparecían y nosotros jugábamos con ellas, hacíamos figuras diferentes, por ejemplo, tratábamos de encontrarles formas y las describíamos. Jugábamos tanto dentro de casa como en la calle cuando salíamos en noches de luna, todo ello era parte de nuestra distracción de niños. Otro juego era mirar el cielo y jugar a encontrar más figuras en las nubes y quien era el ganador. Esto era parte importante en nuestra vida de niños. José era muy diestro y nos llevaba distancia en la imaginación.

CH.: ¿Era José un niño alegre? ¿Reía a veces a carcajadas?

Teresa: No era de carcajadas, pero sí, conforme fue avanzando en edad se divertía creando situaciones especiales con los hijos, y sobrinos. Tenía gran habilidad manual. Él se consideraba un pintor frustrado, pero tenía mucha habilidad para el dibujo, para la pintura, tanto así, que estudió un año de Bellas Artes en Trujillo. Era muy hábil con las manos y generaba y creaba cosas según sus ideas e intenciones. Como siempre estaba creando historias o confeccionando cosas, las utilizaba también para divertirse fastidiándonos. Creo que esta finalidad era un aliciente para su creatividad. Incluso, cuando ya era adulto, eso era su gran diversión, fastidiar con cariño a los miembros de la familia, sobre todo a los más jóvenes.

Recuerdo lo que alguna vez hizo con mi hija para fastidiarla con un chiquillo que le gustaba pero que se erizaba y enojaba si le hacían alusión a él. José se dedicó horas del día y la noche completa desarrollando su idea para que mi hija, en la mañana siguiente, encontrara el resultado de su trabajo al salir rumbo al colegio. En la cochera , en el lugar más visible, estaba el producto. Eran dos palomas unidas pico a pico y tenían un letrero que decía Frida y Michel. José se había pasado la noche entera elaborando estas figuras con mucho arte y armonía de colores. Y para ver su reacción tuvo la paciencia de esperar, despierto, hasta la hora que mi hija salió rumbo al colegio. Mi hija al percatarse, le dijo: ¡Tío!…¡Ya, pues! Y empezó a renegar.

Después de ese momento, él se puso a descolgar todo el montaje. José tenía esas cosas, podía pasarse horas elaborando algo para fastidiar o para hacer una broma a uno de los chicos, esa era en él una forma de humor; dentro de la casa era una persona muy, muy ocurrente, mi madre decía: “Este hijo mío, tan ocurrente”.

CH.: ¿Ustedes de niños, jugaban?

Teresa: Nosotros hemos sido en total 11 hermanos, dos fallecieron muy pequeñitos, justo los dos anteriores a José. Yo no los he conocido. Murieron muy pequeñitos en la época del sarampión o algo así, supongo ahora que se les complicó con neumonía. Nos considerábamos como dos generaciones: desde mi hermano el mayor, Juan hasta un hermano que le decimos Liche, eran los mayores; luego, a partir de José, hasta Enrique que es el último éramos como un segundo grupo, un segundo bloque, de edades más cercanas y jugábamos juntos, hacíamos nuestro propio teatro en casa, a veces se nos ocurría y las sábanas se convertían en telones, juntábamos las camas, y se convertían en auditorio, etc. Generalmente mi padre entraba a ese juego. Los hermanos mayores y mamá, juntamente con algunos amigos o vecinos que iban a la casa, eran el público.

CH.: ¿Había alguna canción de niños en esos espacios de juego?

Teresa: A José lo fastidiábamos porque –no recuerdo cómo se originó- pero mi mamá nos contó que una vez mi papá le dijo: “Tú, José, eres la flor de la casa” o algo así. Entonces él sacó su propia cancioncita: “Yo soy la flor de la casa/ mi mamá mucho me quiere/ mi papá también/… Lo fastidiábamos porque él (leve carcajada) se cantaba a sí mismo, ingenuamente y como engriéndose. Siempre fue cariñoso, siempre fue así.

H.: ¿Y aparte de estas veladas, qué otros juegos recuerdas?

Teresa: Bueno, recuerdo que en Laredo salía con sus amigos a jugar los juegos típicos de los chicos de aquella época: las fichas, el trompo, la catanca –no recuerdo bien cómo le llamaban a un palo, que le cortaban una pata y lo hacían saltar, los boliches, todo, todo jugaba.

CH.: ¿Fútbol?

Teresa: Que yo recuerde, muy poco. En ese tiempo los chicos no jugaban fútbol, recuerdo que los chicos hacían rodar unas ruedas de bicicleta con un alambre, y que ese era juego de niños pero sólo para los hombres.

CH.: ¿Y en el colegio?

Teresa: Era muy querido por su profesora, me imagino que era porque ella lo reconocía como un chico hábil. A veces sus amigos lo fastidiaban y le decían que él era el “camote” de la profesora.

La vida en Laredo lo nutrió mucho, él siempre dijo que sus primeros años y su infancia pasada en Laredo han marcado su vida

CH.: ¿Y alguna vez, adulto ya, José ha conversado con la familia o contigo, sobre su producción infantil?
Teresa: José siempre tuvo gran interés en escribir para niños por lo mismo que él era amante del lenguaje, del manejo del lenguaje, por allí venía su interés y la necesidad de escribir, buscando formas de cómo llegar a los chicos, de cómo ayudar a los pequeños a entrar al lenguaje y al manejo del mismo. Este tema siempre le despertaba una gran inquietud.

Tuvo la oportunidad de trabajar en el INTE como director del programa infantil La Casa de Cartón, con el cual viajó a Europa. El programa pertenecía al canal del Estado. En ese entonces había El Instituto de Teleducación.

CH.: ¿Viste o recuerdas alguno de los programas que se pasaron por TV?

Teresa: Hizo José un libro pequeño, bonito, sobre un pájaro que tejía o algo así,
estoy buscándolo porque recuerdo haber tenido un único ejemplar. Ojalá que lo encuentre en casa. Recuerdo mucho la figura de un pájaro con un pico largo, como de cigüeña, que tejía, no recuerdo más pero sí que tenía poco texto porque era para niños que no sabían leer. Él siempre quiso trabajar estos temas. Ha hecho trabajos diferentes con cáscaras de nuez, juguetes para sus hijas, para sus sobrinos, era esto parte de su afición artística. Para sus hijas, por ejemplo, hacía cosas de madera…, era uno de sus entretenimientos.

CH. ¿Alguna relación con nueces? Estoy pensando en su cuento Andrés Nuez

Teresa: ¿De Andrés Nuez? Bueno, recuerdo que –o para su hija o para la mía- hizo un móvil con ratones con las cáscaras de nueces y de allí le quedó la idea que retomó cuando trabajó los cuentos para Peisa.

CH: En el libro Andrés Nuez, todos los personajes son nueces y nuecesitas, ¿no?

Teresa: Claro, nueces, cáscara de nuez..

CH.: ¿Están las nueces como personajes que están creciendo, uno de ellos tiene un color medio verde; otro, un color medio rojo, ¿no?

Teresa: Distingue los personajes.

CH.: ¿La forma de presentar a los personajes parece indicar el proceso de crecimiento de la nuez?

Teresa: Sé que el trabajo de Andrés Nuez, cuento que tuvo muy buena acogida, conversando con Germán Coronado, generó la idea de tener una especie de secuencia. José avanzó dos o tres cuentos más. Los personajes de este cuento son colocados entre las frutas para que los niños aprendan los nombres y también los procesos de ubicación: arriba, abajo, etc.

CH:¿Y el caso de Melchor, el tejedor?

Teresa: Melchor fue trabajado con esas figuritas de animalitos, tejidas por nuestros artesanos.

CH.: Dijo Germán Coronado (Feria del Libro) que José era muy detallista y muy minucioso en su trabajo; en el caso de Melchor, el tejedor, contó que José había visitado los lugares y mercados artesanales donde se vende trabajos de tejidos y allí había observado mucho los tejidos de animalitos en miniatura.

Teresa: José siempre quería que todo quedara muy bien; por eso, porque era demasiado puntilloso y detallista, él mismo fue a buscar cada uno de los animalitos de lana en los centros de artesanía, y seleccionaba aquellos que estuvieran mejor tejidos e incluso, hizo tejer especialmente algunos de ellos, corrigiendo tal o cual detalle. En todo, él era sumamente detallista.

CH.: ¿Y en el caso del dibujante ilustrado, Piero Quijano (El lápiz rojo)?
Yo, anoche, mientras revisaba este libro me decía: Indudablemente que es un artista el dibujante, pero me parece que José debe haber estado sentado a su lado, viendo y viviendo esos momentos
.
Teresa: José hacía todos los bocetos. Todos. Él señalaba y daba todos los detalles. Todas las precisiones, esto acá, esto allí, nada dejaba de lado.

CH.:Lo que dices confirma lo que uno lee en los cuentos de José. En estos libros, verdaderamente, se lee a José, también en los dibujos… Piero es el ilustrador, pero las ideas provienen de José como diciendo: esto está bien, aquí falta esto, debe pintarse de este color, etc. ¿Te parece que es así?

Teresa: Con toda y total seguridad, porque José todo, todo lo detallaba. Pepe y yo hemos sido hermanos muy cercanos, yo conozco desde sus pininos , desde que empezó a inquietarse por la pintura, por el dibujo, por la poesía. Yo fui, un poco, su cómplice porque a veces, como toda mamá, mi madre quería que él estudiase, que tuviera una profesión universitaria. José estudió Arquitectura, ingresó y estuvo casi tres años, fue muy buen alumno de Arquitectura . Uno de sus profesores decía en casa: José tiene un futuro excelente como arquitecto pues tiene una gran imaginación y es un creador.

Un día dejó la carrera y nos dijo: Ya les demostré que no es por incapacidad que no quiero hacer una carrera universitaria sino porque deseo firmemente dedicarme a la poesía y no quiero convertirme en un asimilado al sistema –como se solía decir en ese tiempo. Dejó la arquitectura pero tenía todas las cualidades para ello.

Él dejó la Universidad, pero sus compañeros nunca lo dejaron a él pues siempre iban a buscarlo a casa para que él les diseñara cosas, les ayudara. Y José los ayudaba siempre.

CH.: Fue una persona muy querida por sus amigos.

Teresa: Sí, muy querido por todos. Los jóvenes, cuando iban a la casa, se embelesaban con él, conversaban mucho. Tenía una especial predilección por los estudiantes de literatura de San Marcos. Me decía: Estos chicos no tienen todos los recursos económicos, sin embargo aman la literatura, aman la poesía. Les tenía una especial consideración, con ellos podía pasar horas y horas de su tiempo aún teniendo él otros quehaceres.

CH. ¿Mucho carisma?

Teresa: Sí, él era muy dado a compartir, él quería que la otra gente, aquella de menores recursos, entrara en el asunto y le tomara cariño e interés real a la cultura, a la poesía, a la literatura…. Así era él.

CH.: ¿Jose niño tenía preferencias por determinados colores, que, por ejemplo, se notara en la ropa que prefería, en lo que veía en los demás, mamá, hermanos…?

Teresa: Poco. En lo referente al vestir no se preocupaba mucho. En su vida adulta, para él tener que ir a una actividad formal, era algo poco grato. Decía: ¿Qué me pongo? Yo no tengo ropa para ir a esto y para esto otro. No le gustaba este tema pero sí…siempre fue sobrio.

CH.: ¿Tenían animalitos en casa cuando eran niños?

Teresa: Claro que sí; cuando vivíamos en Laredo, sí. Como en todas las casas, teníamos animalitos.
Perros, no, pero recuerdo que una vez José llevó a casa un perro; él tenía más o menos ocho años; llevó un perro y mi mamá casi lo saca de la casa con perro y todo. Explicó que le había dado pena el perrito de la calle y por eso lo llevó a la casa. Pero el perro estaba con pulgas. José, haciéndonos cómplices, metió al perro en una caja y lo colocó debajo de su cama. entonces, José empezó con la picazón y mi mamá descubrió al perro debajo de la cama. Lo había tenido un par de días, porque nos hizo sus cómplices para que no digamos que él tenía al perro escondido. En la noche él perrito lloraba de frío y José le estiraba la mano y le metía su dedo en la boca. Así pasó un par de noches pues mamá lo descubrió ya que José amaneció con ronchas y sentía mucho escozor.

CH.: José también fue muy amante de la música. ¿Desde niño?

Teresa: Le gustaba mucho la música. Tuvo gran afición por todo tipo de música. Mi padre era una persona especial. Talvez por el mismo hecho de ser pintor. Desde pequeños, papá nos hizo vivir un mundo musical triple, digamos. Amanecíamos con música folclórica, ponía la radio con huaynos; cuando nos acostábamos la música era clásica, a él le gustaban mucho los impresionistas, Debussy, por ejemplo; y luego, a medianoche o en la madrugada, escuchábamos música japonesa, ya que sintonizaba emisoras de Japón, por cuestiones de horario distintos. Nosotros de niños hemos escuchado mucho estos tres tipos de música: folclórica, clásica y música japonesa.
Nuestro padre tenía también un espíritu bromista; a veces escuchábamos Madame Butterflay y entonces, él se ponía a cantar, en broma.

CH.: ¿Hubo una resonancia familiar muy grande en el alma de José niño y adulto?

Teresa: Sí, siempre fue muy pegado a la familia, a todos y a cada uno de nosotros. Mi madre era peruana, su familia provenía de Otuzco, y cuando se casa con mi papá, que era neto japonés, no tuvo mayor contacto con su familia, excepto con dos hermanas, las tías que hemos conocido; no teníamos una relación frecuente, intensa con la familia de mamá; por la parte de mi padre, tampoco, porque él era único acá, él vino de Japón. Nosotros éramos realmente una familia nuclear, mamá, papá e hijos. Nos hemos acostumbrado, hasta ahora, a ser muy unidos y a estar juntos.

CH.: ¿Y los haikus en la familia?

Teresa: Bueno, llegan a nosotros a través de mi padre, él leía la poesía japonesa, y, en esos términos, mi padre tuvo siempre con José una relación mayor.

CH.: ¿Puedes decir algún haiku?

Teresa: Mi papá los leía más o le leía más a José. Yo los escuchaba. Para mí, el haiku lo he conocido verdaderamente y lo he sentido más a través de Pepe cuando él tenía sus lecturas y cuando hacíamos nuestras largas charlas y conversaciones o cuando yo, un poco le servía de “orejas escuchas”, él me leía y yo lo escuchaba, me “usaba” (risa), digamos, como para que le escuchara y le dijera algo o le comente.

CH.: ¿Disposición para escucharlo?

Teresa: Eso era un compromiso. Cuando él conversaba o cuando él demandaba atención uno tenía que mostrarle con la mirada, con la postura, con todo, que lo estábamos atendiendo, porque no había peor cosa para él que uno lo estuviese escuchando de apariencia y pensando en otras cosas.

Nosotros, José y yo, desde chicos hemos tenido conversaciones largas e interesantes, nos amanecíamos conversando hasta que llegaba y claraba el día, entonces íbamos a lavarnos y cambiarnos para ir al colegio. Desde pequeños, nos pasábamos, sin darnos cuenta, la noche entera conversando porque él tocaba temas novedosos, discutíamos, me leía y me decía: pero ¡cómo no eres capaz de decir algo. Así lo hemos hecho de niños e igual, cuando yo ya trabajaba y también cuando él ya vivía fuera de la casa, cuando se emparejó y se casó. Había días que venía a la casa y nos poníamos a conversar y seguíamos la conversación de largo hasta el día siguiente. A esa hora yo me iba a trabajar y él volvía a su casa Era un conversador empedernido. Pasaba horas conversando, discutiendo y cuando tenia una idea…la desarrollaba, la analizaba, le veía el pro y el contra. Por ejemplo, él hizo varios trabajos para UNICEP. Muchas veces hemos conversado centrando el tema y viendo muchas de sus aristas. Esos momentos fueron muy interesantes, cuestionadotes y camino a encontrar respuestas y soluciones.

CH.:¿Conoces algún artículo de ese tiempo?

Teresa: Yo recuerdo que hizo un artículo, no sé si fue un guión, que se titulaba “Como tú”. Y lo recuerdo porque para encontrar ese nombre pasamos noches completas de discusión, de conversación, de analizar, de ver… hasta que él encontró este título o nombre para un personaje, creo, no recuerdo bien, pero son cosas que hemos vivido, que han pasado.

Pero, siempre, siempre estuvo presente su interés por los niños y por la enseñanza del lenguaje.

CH. Después de su fallecimiento, se han presentado varios libros para niños. ¿Sí?

Teresa: Claro, porque él los dejó ya hechos. Y con todo el boceto de cómo debían ser los dibujos de cada uno. Todo, todo lo dejó hecho.

CH.: Cuántos estarán sin publicar?

Teresa: Cuando estuvo en la clínica terminó uno e hizo como tres más. Los ha trabajado cuando ya estaba enfermo, en este período final de su vida. Incluso, ha dejado como dos o tres ideas plasmadas, presentadas como una síntesis.

CH.: Entonces, él ha trabajado sus cuentos infantiles hasta el último día de su vida? ¿Sus últimos trabajos han sido cuentos para niños
?
Teresa: Sí. Así es. En el velador de la clínica estaba el Andrés Nuez y a cada rato me decía: Pásame esto. Y tomaba apuntes y revisaba… Eran sus cuentos para niños.

CH.: ¿Ha comentado con ustedes, los hermanos, sobre las ilustraciones?

Teresa: Yo le decía -porque él tenía mucha habilidad para el dibujo- ¿por qué no ilustras tus cuentos tú mismo?. El me decía: No, ya no, porque mucho “roche” poner José Watanabe, autor; José Watanabe ilustrador.. No, no. Pero, a veces le provocaba a hacer todo, escribir, dibujar, diagramar, ilustrar, en fin, todo, todo.
Él estuvo muy contento con la ilustración que hizo Tokeshi, en “Tomás y los ratones”; y también con las ilustraciones de Aguilar, aunque no llegó a ver todas.

CH.: A mí me gustan todos los libros. Pienso que es posible convertir cada página de sus cuentos en otra historia, depende mucho de la forma como lean los adultos a los niños. Sostengo que José ha tenido una disposición natural no sólo de escritor de cuentos sino como una persona que sabe cómo interesar a los niños y sabe lo que el niño en cada edad quiere hacer; la niñez es la edad de los porqués y por eso cada página de sus cuentos puede convertirse en otra historia. Por ejemplo, si miramos una de las páginas de El Lápiz Rojo podemos escuchar muchas prguntas que harían los niños alrededor de ella: ¿qué piensa la niña? ¿ por qué está allí el sol? ¿qué pasa con el os?, etc. etc. Parece que fuera muy fácil la literatura para niños. Pero no lo es ni para hacerla ni para contarla. Pienso que en sus cuentos José hace también un llamado a los padres, a los docentes y a los adultos en general para que observen todo antes de contar un cuento o leerlo; abrir los ojos y abrir la mente y la emoción a todo lo que haya de color, a todo lo que haya en la forma externa y a todo lo que haya de mensaje en cada uno de los personajes, ¿me parece? Por ejemplo, el lápiz rojo se convierte en un personaje y los lápices azul y verde son otros personajes, ¿por qué tendrán estos colores: azul y verde? El color también significa, también expresa, también describe. Por eso pienso que la persona que se acerque a un niño con un cuento o con un libro debe tener una buena preparación y mucha calidez…En un país como el nuestro donde tan poco se lee y donde no se sabe leer hay que tomar conciencia de la trascendencia de este hecho tan significativo de contar cuentos o de leerlos o de crearlos para los niños para que sirvan de alimento espiritual a la niñez.

Una posibilidad de ensanchar los caminos de la vida, no solamente
A mí me parece que el mensaje de José es que el adulto debe saber leer un libro, cómo acercarse a un niño, convertir el encuentro libro-niño en una posibilidad de enganchar el interés, no solo para el momento sino para toda la vida.
Teresa: Indudablemente.

CH.: Quiero hacer una pregunta final con todo mi agradecimiento, Teresita, por esta deferencia tan grande y con todo respeto a tus palabras y a lo que me has expresado de su vida de niño: ¿Qué puedes decir como hermana de ese tiempo de la niñez compartido con José?
Teresa: Compartimos una infancia, no sé si decir bonita. Porque cuando hemos recordado con José, por ejemplo, estas historias medio tenebrosas, tanáticas y todo. Pero por otro lado, también aventuras, como me pongo a pensar ahora, o cuando pensaba en mi hija y yo le decía hemos hecho cuantas y cuantas cosas en la Laredo que ahora, en la vida dejaría que ella las haga. Como por ejemplo que mi hija cruce un río o se meta en un foso; sin embargo nosotros lo hacíamos allá, muchas veces hemos conversado sobre eso con José. Yo diría que José supo mantener ese espíritu de niño, supo alimentarlo, pero, José tenía dentro de sí como varios José que ese niño que él mantuvo hasta el final también era parte de un José sumamente crítico, sumamente crítico con nuestro sistema educativo, le dolía muchísimo lo que no se hacía en educación y cómo se hacían las cosas. Mucho tiempo de su vida estuvo relacionado con el campo de la educación infantil y por eso es que le dolía mucho. Y era también una persona con mucha capacidad de análisis, era un autodidacta, manejaba muy bien teorías sociológicas, filosóficas, enfoques teórico-metodológicos mucho mejor que yo, que he estudiado sociología, muchas veces nos enfrascábamos en conversaciones sin embargo él tenía mucho mayor manejo no sólo conmigo que estudié sociología y me dediqué al campo de la salud sino estudiosos de las ciencias sociales, él tenía mucha capacidad de análisis, era un lector empedernido de todo, de filosofía, de todo. Entonces, tenía capacidad de análisis y enjuiciamiento de este país. Recuerdo que una amiga que frecuenta la casa le decía: Ay, José, tú has nacido en el país equivocado. Pero también era una persona bastante reservada. No le gustaba exponer demasiado sus ideas, a veces recuerdo que unos amigos le decían: pero, por qué no escribes esas ideas, mira, tú eres un analista político y puedes ser una analista político de primera , ¿por qué no lo haces. Y él decía: Pero, para qué…El vivía aquí y a veces le entraba la decepción y la depresión por el país y por las cosas que decía había que hacer y no se hacían. Fue una persona muy intensa. Creo que él ha vivido todo con mucha intensidad: lo bueno, lo malo, lo feo.
Yo vi morir a mi hermano. Su recuerdo siempre estará vivo en mi memoria con todo mi cariño.

Lima, martes 11 de setiembre de 2007 : 1.00 a 2.00 p

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